1º Manifiesto del ayuntamiento constitucional de Donostia 7 enero 1814 (firmas cortadas):
1.- Manifiesto (7-1-1814) que el ayuntamiento constitucional, cabildo eclesiastico, ilustre consulado y vecinos de la ciudad de San Sebastián presentan a la nación sobre la conducta de las tropas britanicas y portuguesas en dicha plaza el 31 de Agosto de 1813 y días sucesivos”, San Sebastián 7 de enero de 1814. Historia de la reconstrucción de San Sebastián, Miguel Artola, 1963. Aparece la referencia al general Castaños y están cortadas del documento las firmas. (A. M. Sec E. Neg. 5, Ser. III, lib. 2, exp. 2). Página 77 dice textualmente:
“…Pero fue extraordinaria la tristeza de todos los habitantes cuando en el asalto del 25 de Julio fueron rechazados los aliados y vieron entrar prisioneros ingleses y portugueses (c). (Este ataque, se dice, fue prematuro, pero muy considerado para atribuir a los habitantes de San Sebastián de que habían tomado partido con los francese, para conéste y otros pretextos que urdieron cometiesen los excesos cometidos y premeditados de muy allá, como lo aseguraban los mismos ingleses y portugueses, de que San Sebastián había de ser arrasado y muertos todos sus habitantes, que así lo tenía mandado el Sr. Castaños).
1º Manifiesto 7 de enero de 1814.
“La ciudad de San Sebastián conocida en toda Europa y América por sus relaciones comerciales y tan distinguida en la monarquía española por los grandes servicios que en todos los tiempos ha prestado al Estado, por su fidelidad y amor a los soberanos legítimos y últimamente por su adhesión a la causa que actualmente sostiene la nación, no existe ya por haber siso destruída del modo másespantoso, no por los enemigos de la nación española, sino por sus propios aliados y amigos.
No hay ejemplar en la historia de catástrofe semejante, pues aunque los únicos que pueden compararse con la destrucción de San Sebastián son la Troya por los griegos y la Jerusalén por los romanos, no tienen la circunstancia casi increíble de haber causado la de San Sebastián los que se llaman amigos y aliados de una Nación a la que pertenecía esta ciudad desgraciada, digna por cierto de mejor suerte.
El 28 de junio (1813) aparecieron algunas partidas de los batallones de Guipúzcoa con su jefe D. Gaspar Jauregui (alias el Pastor) en el alto de San Bartolomé a cosa de las dos de la tarde y en seguida los demás batallones comandados por el señor Ugartemendia causando su vista una alegría inexplicable a todos los habitantes de la ciudad, y no bien empezaron a hacer fuego sobre la guardia que los franceses tenían en aquel monasterio, cuando inmediatamente éstos dieron fuego uno por uno a todos los edificios extramurales del barrio de San Martín y de Santa Catalina y dado principio a tomar otras disposiciones para la defensa de la plaza. Dicho día 28 y el 29 algunos vecinos huyeron de ella y cuando quisieron fugar (se) todos, se les prohibió por el general francés Rey, que pocos días antes vino a mandar la plaza y quedó dentro de ella la mayor parte del vecindario y todos sus caudales, alhajas, muebles y efectos de comercio y otros que tampoco permitió sacer ni aún antes lo permitían pues era un crimen tratar de extraerlos fuera de la ciudad.
Los batallones de Gupúzcoa y Vizcaya que vinieron al sitio de la plaza fueron relevados por tropas británicas y portuguesas de las divisiones que mandaba el teniente general Sir Thomas Grahan, y empezaron primero a batir con cañones al amonasterio de San Bartolomé donde pusieron una gran guardia avanzada los franceses y después de destruído, así el convento como la iglesis por su frontis, atacaron de firme y con bastante pérdida de una y otra parte, se apoderaron los aliados e inmediatamente formaron una nueva formidable batería en el camposanto, pegante a la huerta de aquel monasterio para batir a la muralla del frente, el particular el fuerte de entre el juego de pelota y la Zurriola.
En los arenales de San Francisco pusieron también otra batería de cañones y morteros u obuses para batir en brecha la muralla de la Zurriola, desde la casa de Lardizabal hasta dicho fuerte de la Zurriola y cuando se empezó a batir se notó que los aliados no tenían ningún miramiento por la ciudad, pues que disparaban granadas sobre los edificios de modo que el 25 de julio ardían dos calles. Se suspendió la prosecución del sitio por la entrada que hizo el general Soult en Navarra y durante esta suspensión pudo atajarse el fuego por los vecinos ayudados de los franceses mismos.
Los vecinos que se hallaban fuera de la ciudad, habiendo notado que las tropas aliadas no hacían el sitio como era de esperar de parte de los amigos y aliados, recurrieron el 4 de agosto al Excmo. Sr. Lord Wellington, duque de Ciudad Rodrigo por medio del memorial núm. 1 que dirigieron al cuartel general de Lesaca a manos del mariscal de campo de los ejércitos nacionales D. Miguel de Alava y mereció la contestación nº 2. A pesar de esta respuesta fueronen diputación a Lesaca D. José maría de Leizaur y D. Joaquín Gregorio de Goycoa, vecinos de San Sebastián (que se hallaban fuera de ella) a representar al señor Alava lo mismo y de paso le indicaron un proyecto(a). (El proyecto indicado fue el plan que tenía dispuesto el comandante Ugartemendia, de ampararse(sic. por apoderarse) de la plaza de San Sebastián con solo los tres batallones de Gupúzcoa y los de Vizcaya sostenidos por loa aliados y lo hubiera verificado con muy poca pérdida de gente, desde el Castillo, pus amparándos de esta fortaleza ya la plza estaba rendida; el sitio detrás del Castillo y el tiempo lo convidaban) para apoderarse del castillo al mismo tiempo que la plza.
El señor Alava insistió en lo que dijo por escrito, repitiendo que el Lord era noticioso de los sentimientos patrióticos que animaban a los ciudadanos de San Sebastián en cuyo favor tenía expedidas las más estrechas órdenes y el mismo Señor Alava elogió altamente a la ciudad y la recomendó eficazmente al Exmo. Señor D. Manuel Freire que a la sazón se hallaba presente.
Los vecinos que se hallaban dentro de la plaza sufrían entretanto de parte de la guarnición francesa demandas extraordinarias con amenazas de muerte y llegaron a causar tantos recelos a los franceses que el 7 de julio fueron obligados a entregar las cuerdas, escaleras, picos, palas, azadones y toda remienta (sic. por herramienta de carpintería) y cuantas armas tuviesen en sus casas, pena de ejecución militar, como lo hicieron sin dejarles ni el espadín más inútil. No se les permitió tampoco pasar una diputación como pretendían al general sitiador a fin de que no tirasen granadas sobre los edificios (b) (Parece que así como hicieron sus recursos los comisionados y vecinos de San Sebastián que se hallaban fuera de la ciudad, sus habitantes también quisieron hacer sus ruegos a los sitiadores, mas los franceses no les permitieron). No obstantes los vecinos sufrían tantos trabajos con la esperanza de que verían pronto dentro de la plaza a los que llamaban sus libertadores y amigos.
Pero fue extraordinaria la tristeza de todos los habitantes cuando en el asalto del 25 de Julio fueron rechazados los aliados y vieron entrar prisioneros ingleses y portugueses (c). (Este ataque, se dice, fue prematuro, pero muy considerado para atribuir a los habitantes de San Sebastián de que habían tomado partido con los franceses, para con éste y otros pretextos que urdieron cometiesen los excesos cometidos y premeditados de muy allá, como lo aseguraban los mismos ingleses y portugueses, de que San Sebastián había de ser arrasado y muertos todos sus habitantes, que así lo tenía mandado el Sr. Castaños).
La ciudad al instante los socorrió con vino, chocolate camisas, camas y otros auxilios. Los heridos ingleses que fueron colocados en la parroquia de San Vicente eran cuidados por el doctor D. Luis de Gainza, párroco que era a la sazón, con tanto esmero que él mismo apoyados en los brazos los sacaba a orearse y pasear al atrio, recibiendo también iguales auxilios de parte del presbítero y beneficiado D. Joaquín Santiago de Larreandi los prisioneros que se pusieron en el local de la cárcel que era el colegio que fue de los ex-jesuítas. Además todos los habitantes según sus posibles socorrían con limosnas (pecuniarias, buen caldo y otras cosas (a) estos prisioneros y habiendo causado celos de los franceses esta asistencia y las visitas que se hacían a los tres oficiales prisioneros los pusieron también a éstos en dicha cárcel y después los subieron al Castillo (d). (Ya hubo un complot de hacer tomar las armas y ampararse en el Castillo en el ardor del ataque que diesesn los aliados, mas se presume fuese descubierto, pues la noche anterior al día del ataque los subieron al Castillo a los prisioneros). Podrán declarar esta verdad los oficiales y prisioneros ingleses y portugueses (e). (Los mismos aliados prisioneros intercedieron y defendieron a varios de los habitantes que los traían a mal andar, los otros aliados que entraron por asalto).
Después de haber rechazado a Soult, reforzaron las baterías del Arenal de San Francisco y San Bartolomé, aumentaron otras y también en Ulía, Santa Catalina y Santa Clara hicieron varios caminos cubiertos desde Amara y Misericordia hasta muy cerca de los fosos a medio tiro de pistola, por la parte de hacia San Martín y hasta la Zurriola por la de Santa Catalina. Contenían todas la baterías cerca de 80 cañones de grueso calibre incluso 3 ó 4 morteros y otros tantos obuses, con los que batieron la muralla principal y cubo para hacer perder sus fuegos como lo consiguieron en la mayor parte; por la parte de Ulía y arenales batían las murallas de la Zurriola, bastión de hacia el juego de pelota, mirador y Castillo, donde conseguían de vez en cuando prender algunos repuestos de pólvora y también una casita de pólvora, desmoronaron pues la muralla de hacia la Zurriola, incluso el bastión de hacia el juego de pelota, mas no abrieron brecha en medio de tanta bala crecidad con que sacudían la muralla, causando bastante daño en los edificioa de la calle San Juan, Atocha, Lorencio, Vildosola y aún la Zurriola hast la casa de Izquierdo exclusive, que existe tras la sacristía de San Vicente, de modo que hasta el segundo asalto, que fue el día 31 de agosto, se contaban por aquella parte 63 casas quemadas y destruídas las más de ellas por el fuego de las baterías de los aliados, pues algunas pocas la quemaron o destruyeron los franceses para poner en descubierto la Brecha y hacer paredones y otros embarazos de defensa como lo hicieron frente a ella para oponerse el día del asalto.
Legó por fin el día 31 de agosto, día deseado por los habitantes de San Sebastián, pero fatal y desgraciado por los horrores que experimentaron de parte de sus amigos y aliados (f) (Es de advertir que este día 25 y el 31 de agosto fueron intimados, a son de caja y voz de pregón, los habitantes para que se mantuvieran dentro de sus casas a puertas y ventanas cerradas. ¿Y cómo pudieron los habitantes ir a la Brecha contra los aliados, que con tanta ansia los deseaban ver dentro de la plaza como a sus redentores?). La plaza fue asaltada por la parte de Zurriola (figurado también un desembarco por detrás del Castillo a cuyo fin en unas 60 ó 70 lanchas vino la tropa inglesa, a tiro de cañon de ella, con 3 cañoneras y 2 bombarderas que contribuyeron por parte de la Zurriola con sus fuegos) a las 11 de la mañana.
Los capituladores y vecinos notables que existían en la plaza se hallaban congregados en las salas consistoriales para salir al encuentro de los aliados, despreciando el peligro de tanta bala, granada y bomba que cruzaba por las calles y casas de ella y todos sus habitantes dentro de las mismas estaban orando, cual Moisés en el monte, por el feliz resultado de nuestras armas. (Desde las 11 hasta la 1 estuvo indecisa la suerte porque los aliados tenían que trepar mucho la muralla desmoronada y hallaban formidable resistencia en los franceses que defendían aquella parte, hasta que a éstos les prendió fuego el repuesto de granadas que tenían en la muralla y acabó con muchos, en particular con los que venían con repuestos de cartuchos y otros incendiarios y creyendo en aquel acaloramiento que sería alguna mina que prendía se trstornaron y fugaron y dejaron expedita la entrada por aquella parte a los aliados quienes perdieron más de 2.000 hombres en la jarana.
Un batallón portugués mientras el fuego, pasó toda la Zurriola en agua hasta medio cuerpo y penetró por la Brecha o abertura que tenían conseguida las baterías del arenal de San Francisco al par del callejón de entre el convento de San Telmo y herrería de Zornoza y entró en la plaza. Mientras el asalto jugaban todas las baterías con bala, metralla, bombas y granadas, como también desde la Zurriola las tres cañoneras y dos bombarderas).
No bien sintieron tiros dentro de las calles, ven correr a los franceses y que en su seguimiento entraban los ingleses y portugueses y aunque los más prudentes se mantuvieron dentro de sus casas, cerradas las ventanas, la mayor parte de los habitantes no pudieron contener la efusión de sus corazón se asomaron a balcones y ventanas, unos gritando a los aliados para que avanzasen con toda seguridad, pues que se habían huído los franceses hacia el Castillo (g) (porque los franceses en todas las bocacalles tenían trincheras y zanjas y en el cementerio de Santa María colocados dos cañones, uno hacia la calle Mayor y otro a la de Trinidad con los que hicieron poca resistencia y temían sin duda los aliados encontrar alguna más resistencia en las calles y cada vez que llegaban a las esquinas acechaban y los animaban los habitantes con la ya dicha noticia), otros con pañuelos que tremolaban y voces desconcertadas que daban de gozo, vitoreando a los aliados.
Mas éstos olvidándose de perseguir a los franceses, de la disciplina militar y de que venían en clase de amigos y aliados, conviertieron las armas contra los generosos habitantes y fueron muchos de ellos víctimas de aquella gozosa demostración, tales fueron el anciano y respetable presvítero y beneficiado jubilado D. Domingo Goicoechea y otras muchísimas personas de ambos sexos.
Al instante que penetraron en la plaza y antes de desocuparla los franceses, empezaron los aliados a forzar puertas y saquear las casas como lo verificaron y a sacar luego lo mejor que encontraban fuera de las puertas, hacia los caseríos y convento del Antiguo.
Luego que se presentó una columna de los aliados en la plaza Nueva, bajaron a la Sala Consistorial los alcaldes, abrazaron al comandante y le ofrecieron cuantos auxilios estaban en sus manos. Preguntaron por el general y pasaron inmediatamente para la Brecha por entre cadáveres, pero antes de llegar a la Brecha y averiguar dónde se hallaba el general, fue insultado y amenazado con sable por el capitán inglés de la guardia de la puerta de Tierra uno de los alcaldes, quienes luego fueron bien recibidos por el general que estaba en la Brecha y les dio una guardia respetable para la Casa Consistorial, pero al mismo tiempo -como se ha dicho- se entregó la tropa al saqueo y a los mayores horrores y atrocidades.
Al caer la noche, cuando se creyó que por hallarse el enemigo aún al pie del castillo en el extremo de la ciudad, se contendría al soldado por su propia seguridad y por no perder el fruto del asalto (h) (tengo oído a los que existieron dentro de la plaza que el jefe del estado mayor francés en vista del desorden de los ingleses, quiso bajar del Castillo a castigarles con 1.000 hombres y que hubiera recuperado la plaza a no haberle embarazado el general Rey y otros jefes, pretextando hallarse demasiado fatigada la tropa francesa. Si se hubiera verificado la idea de aquel jefe ¿en qué palestra se hubieran visto los habitantes de San Sebastán?).
Se notó que se aumentaba espantosamente el desorden; horrorizaban los ayes y alaridos de las mujeres y niñas de tierna edad que eran violadas; las mujeres eran forzadas delante de sus maridos y las hijas a los ojos de sus padres; no hubo persona que no fuese maltratada o muerta, sin que nadie pueda dar razón cuántos y quiénes fueron los que experimentaron esta última suerte, porque se encontraron familias enteras muertas dentro de sus propias casas, otras ya en los tránsitos o puertas de casa, otras en las calles, las enfermas o imposibilitadas o heridas perecieron por falta de auxilio en los incendios de las casas (i).
(En una posada de Hernani me contó su patrón que un brigadero (sic) portugués joven entró el día 1º de septiembre en una casa de la ciudad y encontró dentro conco mujeres muertas y en medio de ellas una criatura viva, que compadecido agarró a la criatura, la envolvió en un trapo y la sacó fuera de la ciudad, entregando a una mujer que le encontró y que después de vuelto a la ciudad se encontró con una mujer vieja imposibilitada y la sacó fuera al hombro).
Se vieron por las calles muchos vecinos en cueros y en camisa, despojados de sus vestidos huyendo de la muerte que les querían dar los soldados, porque éstos en tropel entraban en las casas y les intimidaban diciendo: dinero o te mato.Daban a ellos lo que tenían entre manos o les quitaban por fuerza dinero, relojes, hebillas, pendientes y colgajos de cuello con violencia hasta romper la parte baja de las orejas de donde les colgaban y otras alhajas y ropa que encontraban.
Salían unos soldados y volvían a hacer igual operación y tornaban otros y otros, de modo que por no tener para todos experimentaban todas las vejaciones ya dichas, teniéndose por feliz el que escapaba con vida de sus manos. Muchas personas y especialmente mujeres de todas clases, salvaron sus vidas metiéndose en los comunes y demás escondrijos de las casas, otros huyendo a los tejados en donde pasaron la noche que hacían más horrorosa los continuos espesos aguaceros que cayeron desde el anochecer y el lúgubre resplandor de las llamas a que fue entragada la ciudad por varias partes, dando principio por la casa de la viuda de Soto, que era una de las cuatro esquinas de la calle Mayor.
No se oían aquella noche más que lamentos, gritos y tiros de fusil que disparaban los soldados dentro de las casas a los infelices habitantes (y). (A una mujer viudad que auxiliaba a morir (y murió) a su madre, a resultas de las heridas que le dieron, por salir a defender aq aquella su hija, experimentó sobre la misma madre difunta su violación, a otras después de violarlas las mataron. A otra se le vió muerta en cueros y amarrada a una barrica a las cuatro esquinas del arco de San Jerónimo atravesada uan bayoneta por la matadura, cuyos tristes alaridos antes de expirar estremecían hasta el cielo, ya este tenor otras mil maldades).
Amaneció el día 1º de septiembre y aún seguían los horrores y el incendio, de modo que despavoridos los habitantes se presentaron al general y alcaldes para que les permitiesen su salida, salieron pues cuantos pudieron de la ciudad y presentaba la vsita de ellos el espectáculo más triste y espantoso; allí se veían personas acaudaladas, señoritas delicadas medio desnudas, otras en camisa y muchas heridas. Uno de los alcaldes pidió al general auxilio para cortar el fuego y habiéndole dado una partida de portugueses se excusaron a trabajar a pretexto de no tener útiles y herramientas. Al anochecer se hizo otra tentativa al mismo efecto, lo mismo al siguiente dia 2 por la mañana en que una partida de portugueses trabajó también en apagar el incendio algunas horas, pero la abandonaron a cosa de las 9 de la mañana. Desde entonces no se cuidó el incendio, que fue en aumento sin que disparasen un tiro los franceses del Castillo. El saqueo siguió no sólo por las tropas que entraron por asalto, sino por otras muchas que sin fusiles bajaron de los campamentos inmediatos desde Astigarraga, que dista una legua y aún por los empleados en las brigadas que venían con sus mulas a cargarlas de efectos (j).
(Hay quienes vieron repartir lo robado en la casería de Ayete donde estaba alojado el general Grahan y también en otras casas de dentro y fuera de la ciudad dar sus partijas (sic, por particiones?) de dinero y a escoger las mejores alhajas y efectos a los oficiales por sus sirvientes y criados.
Aún las tripulaciones de los transportes ingleses surtos en el puerto de Pasajes entraron a saquear y duró el saqueo haste que hubo efectos que robar, que fue el 7 de septiembre, de modo que duró 7 y 1/2 días. Los vecinos que querían entrar a sacar algunos efectos lograron muy pocos y con grandes recomendaciones el poder entrar en la plaza ya al tiempo de sacar algunos, parte de sus efectos eran robados en las inmediaciones por ingleses y portugueses y estos mismos insultos experimentaban los habitantes emigrados que se acercaban al camino real de San Bartolomé a ver y socorre (a) sus deudos o amigos que salían de la plaza y también los mismos compradores de efectos saqueados, pues andaban a bandadas los soldados robando, sin que hubiese una patrulla que los contuviese.
El pueblo quedó sólo y abandonado por todos, o la mayor parte de los habitantes desde el día 2 y se vió poner fuego de intento a varias casas con cartuchos y mixtos a ingleses y portugueses. De 595 casas que se componía esta ciudad, casi toda de tres altos y entre ellos muchos edificios suntuosísimos, y muchos almacenes llenos de preciosos efectos y mercaderías, la hermosa plaza Nueva y magnífica casa Consistorial con el antiguo y precioso archivo, todas han perecido menos unas 30 casas y las dos parroquias en la cera de la calle de la Trinidad al pie del Castillo y algunas que están pegante a la muralla en la plaza Vieja. Todos los registros, escrituras de las diez numerías, los más de los archivos particulares, papeles y libros de comercio, los libros parroquiales de las dos parroquias se hallan reducidos a cenizas, de modo que no hay ejemplar en la historia de destrucción mas horrorosa y de más fatales consecuencias de que se resentirá la posteridad y muchas plazas de Europa.
No bajará de cien millones de reales lo que se ha perdido en propiedades caudales y efectos. Mil quinientas familias se hallan reducidas a la mendicidad, sin abrigo, sin patria, sin haber dónde establecerse y adónde volver los ojos (k). (Era la cosa más dolorosa ver salir a los infelices habitantes de la ciudad que salieron con vida desde el día 1º de septiembre en adelante. Raro era el que salía sin lesión; unos heridos, otros golpeados y estropeados y todos casi desnudos, en pernetas y en particular el sexo femenino, cubiertos sus pechos con andrajos de cocina, sevilletas y pañuelosu otras piezas sucias y muchas con ropa ajena. Se acogieron muchas gentes en caseríos y pueblos comarcanos y aún lejanos, la pasión de ánimo les trajo así a ellos como a los que se escaparon antes del sitio enfermedades agudas y muchas tercianas, de modo que después de la toma de la plaza se contaban sólo en la parroquia del Antiguo ocho a diez cadáveres diariamente y a este tenor en Loyola, Alza, Pasajes, Rentería, Hernani y otros pueblos hasta Tolosa, de manera que cuando llevaban a enterrar era sabido que eran de San Sebastián.
Por la misericordia de Dios, no tenemos aquí dentro esta plaga aunque alguna gente pobre y nuestros voluntarios caen enfermos, éstos más por su desnudez, poco alimento y mucha fatiga e inclemencia que por otra cosa: todo esto hasta hoy 7 de enero de 1814 en que concluyo este papel).
Todo cuanto se ha expuesto y otras particularidades horrorosas que por la dispersión de los vecinos no se estampan por ahora, son públicos y notorios y ya justificado (1). (El Ayuntamiento de esta ciudad a instancia de su síndico pidió ante el Sr. Juez de primera instancia de esta provincia la justificación de todo y dicho Juez libró despachos para las justicias de esta ciudad, Pasajes, rentería, Zarauz, Orio y Tolosa y habiendo recibido declaraciones hasta de unas 70 o más personas llegó una orden de la Regencia al jefe político de la misma provincia para que con justificación le informase de las ocurrencias de San Sebastián al tiempo del asalto y días sucesivos, el juez político comisionó al Dr. Gamor (Gamón?) de rentería, vino aquí con escribano de Andoain, y recibió hasta 15 deposiciones de testigos muy bien, se enfermó y retiró a casa y ahora unos seis días llegó orden de la Regencia al mismo jefe político para que enviase la justificación y por el último correo se ha enviado el original y con este motivo lo ha hecho lo mismo este Ayuntamiento con una representación enérgica (en lo sustancial según este mi papel) por mano del mismo jefe político que ha ofrecido apoyarlo).
Si todos estos excesos se hubieran cometido a luego del asalto, mientras duraba la ira y el ardor del soldado, no chocarían tanto, pero que se hayan efectuado a sangre fría y en una ciudad amiga en 7 días continuos, después que el soldado depuso la ferocidad consiguiente al asalto sin haber puesto remedio alguno los jefes, es lo que no tiene ejemplar en la historia y lo más irritantes, atroz y horroroso.
¿Y con qué pueblo se han efectuado estos horrores? Con una ciudad antigua, fecunda en varones esclarecidos, que por la carrera de las letras y las armas han hecho distinguidos servicios al Estado la que vivificaba toda la industria y comercio del país, la que desconcertó al rey intruso y sus ministros cuando entre bayonetas francesas los despreció en 8 de julio de 1808, al tiempo que se presentó dentro de su recinto abandonando aquel día el pueblo los más de los vecinos y habiendo cerrado los que se quedaron las ventanas de sus casas por no verle, de modo que esta demostración de fidelidad a su legítimo soberano causó la mayor admiración a los de la comitiva de José y a muchos americanos que escribieron una relación de este golpe de heroísmo que sorprendió al mismo José quien manifestó a uno de los alcaldes la viva impresión que le había causado (m). (Fuí testigo de vista de este recibimiento de José a su llegada a la plaza con aparato de majestad. Estaba en una de las casas de la plaza Nueva entre vidrieras (pues todas estaban cerradas y sin gentes en los balcones). La calle de la Esnateguía, por donde hizo su entrada estaba de colgaduras, porque el magistrado de orden del general Thouvenot mandó por público pregón y que a la noche se iluminase la ciudad.
Pero ¿qué colgaduras y qué iluminación se puso? Me salta la risa cuando me acuerdo. Excepto en alguna casa que otra, de habitantes francese, todo eran cortinas viejas apolilladas y perdido el color y alfombras que se echan a los pies; cuando pocos días antes para el recibimiento del infantico (sic) Carlos nose veía sino los más precioso que tenían los habitantes; la iluminación era de algunas velas de sebo, cerillas en las puntas de palos blancos a modo de hachas de cera, velitas de resina que llaman chiribitas y aún candiles encendidos de modo que al día siguiente algunos cabezas de familia fueron llamados por el Corregidor y les reprendió.
La plaza es cierto estuvo iluminada en la forma acostumbrada, pero aunque el tamboril anduvo en la plaza no hubo concurrencia ni siquiera una niña (que es de admirar con la afición que tienen) se vio bailar. Y el tamboril avergonzado se retiró de la plaza antes de las diez de la noche sin que ninguno de los magistrados le mandase. De lo que y demás demostraciones observadas y vistas por los ministros Azanza, Urquijo y otros y por el general Thouvenot (que días antes había asistido al recibimiento del infante tan placentero y loco de este pueblo) pateaban y echaban casi espuma por la boca diciéndoles mil desatinos a los alcaldes y demás empleados. Y José después que les manifestó sus sentimientos desahogándose con uno de los alcaldes le dijo por último, por los habitantes; un error no es delito, otra vez que vuelva a esta ciudad me recibirán mejor. Pero no ha llegado este caso. Aquella tarde paseó por el muelle y las mujeres de ella para cuando llegó a él se pusieron con las espaldas y al pasar José hacia Cay de arriba decían unas a otras repetidas veces en sus idioma vascongado, “guc ez degu nai au; bost eta bi beardeguque”. Este es a Fernando VII que son 5 y 2.
Subió después al Castillo el José y dando vueltas por hacia San telmo se fue a la casa de Ayuntamiento donde comió con algunos de los suyos, ninguno de los capitulares le acompañó, cuando con el infante todo fue unión y placer. Quiso José (no sabe si por influjo de algún ministro que será lo más cierto) manifestar que guardaba religión y como era el siguiente día festivo, se dispuso misa rezada para que la oyese. En efecto fue con la comitiva a Santa María, el cabildo eclesiástico le recibió (no podía menos porque así le mandaron) bajo palio, canyando el “Veni Creator”, se le tenía preparado junto al altar Mayor el alado del evangelio su asiento o trono, se colocó en él y yo frente por frente hacia la sacristía. Concurrió a la novedad mucho pueblo y todo quedó escandalizado, porque no le vieron persignar, ni supo cuando arrodillarse, ni ejecutar las ceremonias que hacemos durante la misa y si antes despreciaron al tiempo del recibimiento, no les causó menor sensación lo que observaron en él en la iglesia y a boca llena se decían en vascuence unos a otros; este es judío.
Salió pues de la iglesia con la misma solemnidad con que entró y luego prepararon los coches y caballería de su guardia y salió con la misma frescura de parte del pueblo que cuando entró.
Existían todavía en San Sebastián varios cuerpos y oficiales españoles que después se escurrieron hacia Bilbao, Santander y otros puntos por huir de los franceses y no tuvieron lengua para ponderar la fidelidad de los habitantes de San Sebastián manifestado tan a banderas desplegadas cotejado el recibimiento del infante con el de José. Igual sensación causó a muchos capitantes, pilotos y comerciantes americanos que con sus barcos existían en este puerto y en los Pasajes pues asistieron a ambas escenas). Con una ciudad que ha sido oprimida en 5 años por los franceses con extraordinarias contribuciones, prisiones y deportaciones a Francia de muchos de sus vecinos eclesiásticos y seglares, por sus sentimientos patrióticos y por sus adhesión a la gloriosa causa de la nación, con una ciudad donde en 5 años no ha podido introducirse un oficial francés en ninguna sociedad ni casa decente (N). (Una hija de San Sebastián no se ha casado con un francés, solamente la hija de Ferrer cuando enviudó se casó con un cirujano del hospital pero era de alguna de las provincia de la Cionfederación del Rhin).
Con una ciudad que aún durante el sitio ha manifestado la heroica fidelidad a la causa de la nación, negándose a los trabajos del sitio, en términos que por esta falta fueron empleados los prisioneros ingleses y portugueses cogidos el 25 de julio y suministrando socorros a estos prisioneros, así el Ayuntamiento como los particulares y aún señoritas que a porfía pasaban al hospital con camisas e hilas a curar los oficiales ingleses y luego estas mismas y otras fueron violadas, atropelladas, robadas, heridas y algunas muertas, saqueados todos los habitantes, quemadas sus casas al mismo tiempo que se veía ¡qué dolor! -dar cuartel al francés cogido en el acto del asalto con las armas en la mano y era recibido con los brazos abiertos y con otras demostraciones de amistad y benevolencia que chocan mucho más comparándolas con las atrocidades efectuadas con los vecinos, aún los más notables, como el primer alcalde que fue maltratado extraordinariamente y obligado a enseñar casas para ser saqueadas y su hijo despojado de su camisa interior, como también uno de los párrocos (el Dr. Gainza) que fue puesto en cueros, sin contar otros infinitos”.
Aquí el papel aparece cortado.
(A. M. Sec. E, Neg. 5, Ser. III, lib. 2, exp. 2).
Historia de la reconstrucción de San Sebastián, Miguel Artola, 1963. (Pág. 77)
Historia de San Sebastian. Miguel Artola.
http://books.google.es/books?id=3FpqJXJQRsoC&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false